Siete Santos Fundadores de los
siervos de Santa María Virgen (Servitas).
Martirologio
Romano: Los siete santos fundadores de la Orden de los Siervos de
María: Bonfilio, Bartolomé, Juan, Benito, Gerardino, Ricovero y Alejo.
Siendo mercaderes en Florencia, se retiraron de común acuerdo al monte
Senario para servir a la Santísima Virgen María, fundando una Orden
bajo la Regla
de san Agustín. Son conmemorados en este día, en el que falleció, ya
centenario, el último de ellos, Alejo (1310).
Según la
tradición hubo siete hombres, muy respetables y honorables, a los que
nuestra Señora unió, a manera de siete estrellas, para iniciar la Orden suya y de sus
siervos. Los siete nacieron en Florencia; primero llevaron una vida
eremítica en el monte Senario, dedicados en especial a la veneración de la Virgen María.
Después predicaron por toda la región toscana y fundaron la Orden de los Siervos de
Santa María Virgen, aprobada por la Santa Sede en 1304. Se celebra hoy su
memoria, porque en este día, según se dice, murió San Alejo Falconieri, uno
de los siete, el año 1310.
En la Monumenta Ordinis
Servorum Beatae Maríae Virginis se lee lo siguiente respecto del estado de
vida de los Siervos de Santa María Virgen: “Cuatro aspectos pueden
considerarse por lo que toca al estado de vida de los siete santos
fundadores antes que se congregaran para esta obra. En primer lugar, con
respecto a la
Iglesia. Algunos de ellos se habían comprometido a
guardar virginidad o castidad perpetua, por lo que no se habían casado;
otros estaban ya casados; otros habían enviudado.
En
segundo lugar, con relación a la sociedad civil. Ellos comerciaban con las
cosas de esta tierra, pero cuando descubrieron la piedra preciosa, es
decir, nuestra Orden, no sólo distribuyeron entre los pobres todos sus
bienes, sino que, con ánimo alegre, entregaron sus propias personas a Dios
y a nuestra Señora, para servirlos con toda fidelidad.
El
tercer aspecto que debemos tener en cuenta es su estado por lo que se
refiere a su reverencia y honor para con nuestra Señora. En Florencia
existía, ya desde muy antiguo, una sociedad en honor de la Virgen María, la
cual, por su antigüedad y por la santidad y muchedumbre de hombres y
mujeres que la formaban, había obtenido una cierta prioridad sobre las demás
y, así, había llegado a llamarse “Sociedad mayor de nuestra Señora”. A ella
pertenecían los siete hombres de que hablamos, antes de que llegaran a
reunirse, como destacados devotos que eran de nuestra Señora.
Finalmente,
veamos cual fuera su estado en lo que mira a su perfección espiritual.
Amaban a Dios sobre todas las cosas y a él ordenaban todas sus acciones,
como pide el recta orden honrándolo así con todos sus pensamientos,
palabras y obras.
Cuando
estaban ya decididos, por inspiración divina, a reunirse, a lo que los
había impulsado de un modo especial nuestra Señora, arreglaron sus asuntos
familiares y domésticos, dejando lo necesario para sus familias y
distribuyendo entre los pobres lo que sobraba. Finalmente buscaron a unos
hombres de consejo y de vida ejemplar, a los que manifestaron su propósito.
Así
subieron al monte Senario, y en su cima erigieron una casa pequeña y
adecuada, a la que se fueron a vivir en comunidad. Allí empezaron a pensar
no sólo en su propia santificación, sino también en la posibilidad de
agregarse nuevos miembros, con el fin de acrecentar la nueva Orden que
nuestra Señora había comenzado valiéndose de ellos. Por lo tanto,
comenzaron a recibir nuevos hermanos y, así, fundaron esta Orden. Su
principal artífice fue nuestra Señora, que quiso que estuviera cimentada en
la humildad, que fuese edificada por su concordia y conservada por su
pobreza.
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